Profundizando en los trastornos del ritmo intestinal, vamos a tratar en esta entrada de un problema realmente escatológico que preocupa mucho en nuestros días. Si se mira en el diccionario, la palabra “escatológico” sólo tiene dos acepciones y las dos bien diferentes. Una hace referencia a las cuestiones relativas a los acontecimientos de los últimos tiempos y el más allá (postrimerías de ultratumba) y la otra a los excrementos. Estos días hemos estado con la preocupación escatológica por la predicción de los mayas sobre el fin del mundo, que parece no haberse cumplido. Pero ahora hablaremos de la segunda, pues en el mundo secular occidental el problema del estreñimiento abarrota las consultas médicas y alimenta los herbolarios.
La principal causa de estreñimiento en nuestro medio es que la gente no tiene tiempo para cagar. Aunque suene entre chocante, gracioso o grosero, sin lugar a dudas la razón principal que está en la base de la mayor parte de los casos de estreñimiento es que no dedicamos tiempo para esta tarea. Habrá quien diga que no es su caso pues se pasa ratos y ratos sentado en el retrete sin que le vengan ganas de defecar. Incluso le da para leerse varias revistas o libros, pero se levanta de la taza con la lectura acabada pero sin haber obrado. Ese argumento de que “es que no me vienen ganas” es el más escuchado en las consultas de estreñimiento y por eso lo trataremos ahora. Y del segundo argumento que es el “empujo, empujo, pero no sale” hablaremos otro día.
Cuando en medicina se estudia el reflejo gastrocólico en Fisiología (la asignatura más extensa del segundo curso) no se le suele dar la importancia clínica que luego va a tener en la práctica médica. Consiste dicho reflejo en que unos diez o veinte minutos después de que el estómago se distienda, se origina una estimulación nerviosa vegetativa (esto es, autónoma e involuntaria) que provoca contracciones del colon distal, es decir, se generan estímulos que contraen el sigma distal y el recto provocando ganas de defecar. Esto bien se comprueba en los lactantes que, apenas acaban su biberón o incluso antes de acabarlo hay que cambiarles el pañal: comen y acto seguido “descomen”. Conforme vamos creciendo, surgen las represiones sociales y las prisas. Evidentemente, después del desayuno no es momento pues hay que irse rápido al colegio o al trabajo para no pillar el atasco consuetudinario. Apretamos el culo y “ya cagaré en otro momento, cuando vuelva”. Después de comer, que surge otra oportunidad al activarse de nuevo el reflejo gastrocólico, sucede lo mismo. O nos pilla en un sitio en el que los retretes no son dignos de nuestras posaderas. Y de nuevo abortamos el reflejo gastrocólico. Al llegar por la noche a casa, a lo mejor descargamos o quizás si vamos muy cansados decidimos dejarlo para otro momento. Al día siguiente se repite la historia y un buen día caemos en la cuenta de que quizás hace ya tres días que no hemos hecho deposiciones. Nos encontramos hinchados, molestos, doloridos. Empezamos a temer que a lo mejor estamos atascadillos porque las heces se han quedado duras en el recto y expulsarlas cuesta o duele. Se recurre a medidas laxantes para facilitar su expulsión (supositorios de glicerina, por ejemplo, o pequeños enemas). Se corrige puntualmente el apretón pero nada, siguen sin venir las ganas, quizás porque de tanto abolir el reflejo gastrocólico el organismo se venga eliminándolo, ya que no se usa. Si desoímos una alarma cada vez que salta, dará igual que salte o no, y casi preferimos desconectarla.
En las consultas de aparato digestivo, el enfoque terapéutico del estreñimiento no debe dirigirse sólo a resolver el problema puntual, el atasco de hoy, sino que ha de buscar aplicar medidas que ayuden al paciente a recuperar el reflejo gastrocólico, que le vengan ganas… ¡y que acuda a la llamada! El estreñimiento es algo que no existe en los pueblos primitivos, es un problema de la sociedad civilizada que no tiene tiempo para tareas tan primarias e improductivas (para algunos realmente bien improductivas son). Las medidas laxantes son, deben ser, herramientas para tratar de recuperar ese hábito. Es vox populi ese: “no tomes laxantes que el cuerpo se acostumbra y además pierden su eficacia”.
Constantemente oímos hablar por activa y por pasiva del empleo de fibra en la dieta. Proliferan los alpistes, aunque le llamen muesli enriquecido con vitaminas. Pero la fibra, los diferentes tipos de fibra, son sólo uno de los remedios para el problema. Como lo son los laxantes osmóticos, o los fármacos procinéticos. Cada problema deberá evaluarse de manera individualizada ya que, por ejemplo, la mayoría de la gente que toma mucha verdura por aquello de regular con fibra su ritmo intestinal ignora que la lechuga, omnipresente en ensaladas, suele ser más astringente que laxante. Y el intestino perezoso de algunas personas puede agravar su estreñimiento con los suplementos de plantago ovata, un conocido laxante formador de masa fecal.
Insistimos en que las diferentes medidas laxantes deben ir enfocadas a recuperar el reflejo gastrocólico, ¡y el paciente tiene que comprometerse por secundarlo en lugar de abolirlo! Quien fía la solución de su problema de estreñimiento al empleo indefinido de laxantes está errando de estrategia. Es verdad que en algunos pacientes existe la necesidad de tomar laxantes de manera crónica pues han desarrollado una atonía tal que su escasa peristalsis requiere apoyo constante. Pero no es la norma, sobre todo si atajamos el problema precozmente. Porque cuando el colon se acostumbra a contener un gran volumen de restos fecales, su calibre progresivamente se va ampliando, lo cual hace que disminuya su capacidad contráctil. Recuérdese el dicho de que “quien mucho abarca poco aprieta”: igualmente un colon de calibre grueso va perdiendo capacidad de comprimir el contenido para ayudarlo en su expulsión. El estreñido no nace: se forja poco a poco y con constancia. Vean este breve vídeo en el que resumo el tema… y suscríbase al canal!!
Fuente:
http://elmedicotraslaverdad.blogspot.com/2012/12/alteracion-del-ritmo-intestinal-ii.html