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Alteración del ritmo intestinal (IV)

Comenzamos el año 2013 con un ritmo intestinal igualmente alterado pero en el otro sentido, pues ahora se trata de analizar lo que pasa cuando vamos al baño por exceso, cuando tenemos diarrea. Las fiestas de Navidad, de hecho, pueden provocar más alteraciones de aceleración del ritmo, la mayor parte de las veces al ingerir productos o bien en mal estado de conservación (ojo a los mariscos y salsas) o bien atípicos para nuestro metabolismo.

El tránsito intestinal acelerado puede ser una circunstancia puntual o habitual. Tratando una vez más de mojarnos para definir qué es lo normal, podríamos estimar que lo que comemos suele salir en las excretas aproximadamente unos dos o tres días después. Un tránsito intestinal puede considerarse normal cuando ha habido un tiempo suficiente desde la ingesta hasta el procesamiento de lo ingerido disgregándolo en sus principios inmediatos (glúcidos, lípidos, proteínas y ácidos nucleicos) para absorberlos (se llama absorción al proceso de paso de una sustancia desde el intestino hacia la sangre) y distribuirlos por el organismo. De este modo viajan por la sangre esas moléculas (monosacáridos, ácidos grasos, aminoácidos,…) para que sirvan de «ladrillos» para que nuestro metabolismo continúe trabajando.

Los pacientes que acuden a la consulta de aparato digestivo, pueden sin embargo referir datos que sugieren un tránsito intestinal acelerado: «es que lo que como… en pocos minutos lo veo en el retrete». Este sería el comentario más habitual de quien cree tener una aceleración exagerada en el movimiento de sus tripas de manera habitual. De esto hablaremos en la siguiente entrada, pero tan sólo decir que en este grupo habría que profundizar en el interrogatorio no vaya a ser que lo que el paciente está refiriendo sea un funcionamiento perfecto del llamado reflejo gastrocólico del que hablamos en otra entrada anterior.

Pero ahora vamos a centrarnos en aquellos casos de aceleración del ritmo intestinal de manera puntual, episódica, en la que generalmente podemos sospechar que algo extraño le ha sucedido al aparato digestivo y le ha causado una disfunción. Estos son los procesos que denominamos de manera genérica gastroenteritis aguda (GEA). Se trata de un diagnóstico de presunción basado principalmente en los síntomas que refiere el paciente. Es de presunción porque no se suelen llevar a cabo toma de biopsias del intestino para ver que está inflamado, que eso sería lo que daría el diagnóstico de certeza. Lo más característico es que el paciente refiera heces líquidas o pastosas, en un número superior a tres deposiciones al día, con cierta urgencia defecacional. Pero a veces basta que el paciente haya tenido tan solo una deposición líquida para que diga que tiene diarrea.

La diarrea (que viene del griego «fluir a través, o fuera») es un fenómeno que acontece cuando el intestino se encuentra irritado por alguna circunstancia. Lo típico en estos casos navideños es que algo haya entrado en el intestino que le resulta extraño y frente a lo cual reacciona acelerando el ritmo intestinal, alterando el mecanismo de absorción de los nutrientes y el agua, o bien segregando líquido a la luz intestinal. Los agentes causales pueden ser toxinas (de mejillones, arroz recalentado, crema pastelera, etc.) y suelen provocar un cuadro más o menos brusco a las pocas horas de la ingestión de lo que estaba en mal estado. Serían lo que se llaman propiamente intoxicaciones alimentarias. Pero otras veces lo que ha entrado en el organismo y resulta nocivo provocando diarrea es un germen (protozoo, virus o bacteria). En estos casos el cuadro surge tras un periodo de incubación (más breve en infecciones víricas que en bacterianas) y puede acompañarse de fiebre, siendo su presencia un agravante del cuadro. Incluso a veces en este tipo de afecciones (que son infecciones) pueden aparecer sangre o pus con las heces, lo cual hace que el cuadro sea más grave.

La diarrea como tal es un mecanismo de defensa del organismo: algo nocivo ha entrado y debe expulsarse cuanto antes. Por eso la mayor parte de los gastroenterólogos nos mostramos poco partidarios a tratar los cuadros diarreicos con fármacos astringentes (el prototipo es la loperamida, pero también se usan otros opiáceos). Pensamos que su empleo puede retrasar el proceso de limpieza fisiológico. Un cuadro de GEA puede ser no obstante muy estrepitoso: resulta impactante ver a un paciente con un cuadro de GEA por toxina de Bacillus cereus, que usualmente está en el arroz recalentado. Se presentan ocho o diez deposiciones en pocas horas muy malolientes, incoercibles (el paciente no tiene tiempo ni de llegar al baño) y que además se acompaña de vómitos violentos que dejan al paciente extenuado «al borde del colapso». Por fortuna y pese a que el paciente nota «que se le va la vida» por el cuadro vagal (activación del décimo par craneal) tan intenso, el episodio suele ser autolimitado y al cabo de uno o dos días el paciente está plenamente recuperado.

Lo más importante en los episodios de GEA es la reposición hidrosalina. Cuando el paciente tolera bien el líquido vía oral, la base del tratamiento es ir reponiendo poco a poco el líquido que se pierde. «Poco a poco» quiere decir, al ritmo que pierda líquido el paciente y siempre y cuando no lo eche también por arriba con vómitos. Generalmente tampoco pasa nada por que los días que dure la diarrea apenas se ingieran alimentos y los que se haga sea frecuentemente, en poca cantidad y de carácter más bien astringente (manzana, arroz, plátano, etc). Porque a veces la ingesta también alimenta la duración del cuadro. La diarrea más profusa es la causada por el cólera. Se pueden llegar a perder más de 10 litros de agua al día. Evidentemente esto provoca una severa deshidratación que puede conducir a un fallo renal o a un colapso circulatorio. Ante un cuadro de GEA hay que valorar siempre el estado de consciencia del paciente, sobre todo en los ancianos y los lactantes, pues la letargia o la falta de reacción a los estímulos debe alertarnos de una mala evolución. Si un paciente con GEA no mea (un bebé o un anciano que no moja el pañal y tira con con el mismo pañal todo el día) puede estar haciendo un fallo renal por deshidratación. En estos casos hay que indicar fluidoterapia intravenosa, es decir, ir a un centro asistencial para evaluar al paciente y reponer los líquidos por vía intravenosa. Igualmente debemos pedir valoración médica si la diarrea es sanguinolenta o aparece fiebre elevada.

Los procesos de GEA, sean de naturaleza tóxica o infecciosa (por eso hablamos de toxiinfección alimentaria, cuando no definimos claramente el origen), suelen ser autolimitados y se resuelven en unos días, generalmente no más de cinco o siete. Ante un cuadro de diarrea prolongada (más de ocho días) o que recidiva con frecuencia (vamos, que se tiene facilidad para cogerla), debemos pedir una valoración médica para indagar otras causas o procesos intercurrentes.

Fuente: http://elmedicotraslaverdad.blogspot.com/2013/01/alteracion-del-ritmo-intestinal-iv.html

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