Sí, no es una errata. Ayer tuve ocasión de acudir a una conferencia del cardiólogo Valentín Fuster que ha desarrollado gran parte de su investigación sobre el síndrome coronario en Estados Unidos. Fue un placer oírle hablar de algo que conoce como muy pocos pero además con gran sentido común y clara mentalidad investigadora y práctica. Me llamaron la atención varias cosas que intentaré resumir.
Durante dos años ha reclutado más de seis mil pacientes para aplicar sobre ellos hasta siete exploraciones cardiológicas no invasivas tratando de descubrir quién tiene un riesgo silente de desarrollar un infarto de miocardio. Para conseguir ese número de pacientes en este tiempo, no llamaron a los pacientes a los hospitales sino que se habilitó un enorme remolque de camión americano que portaba el equipamiento necesario, hasta una resonancia magnética. Se trataba, pues, de una gran unidad móvil de exploración cardiológica, algo así como los dispositivos ambulantes para hacer mamografías pero más sofisticado. Con ello consiguió adherencia de los pacientes para hacerse las pruebas, una tras otra y redujo los costes de la investigación a unos 30 millones de dólares (que ya es dinero, pero que de no haberlo hecho así el coste hubiese sido mayor y el estudio más prolongado en el tiempo).
De aquel estudio se obtuvieron varias conclusiones pero una de las que le parecía más relevantes es que con la realización de una ecografía 3D de las arterias carótidas se puede predecir el riesgo de infarto de miocardio. Este hecho ya había sido recogido por la prensa hace casi un año, anticipando resultados. Ayer el doctor concluía que con una prueba que apenas cuesta 100 dólares se puede llevar a cabo un buen cribado inicial para saber si una persona tiene incrementado el riesgo de enfermedad coronaria. Según este estudio había correlación entre el riesgo coronario real y el estado de las arterias carótidas valoradas por ecografía.
También habló y muy bien de los factores de riesgo cardiovascular, que no son genéticos sino adquiridos y por tanto modificables por el ser humano: obesidad, tabaco y sedentarismo y otros más o menos controlables médicamente como diabetes, hiperlipemia, hipertensión. Prefiere hablar más que de «prevención», que parece poner al paciente a la defensiva, de crear hábitos de vida saludables. Curiosamente, mostrar a los pacientes con riesgo de infarto las imágenes obtenidas por resonancia magnética de sus propias arterias con placas de ateroma al borde de la catástrofe, no motivaban al paciente de manera significativa para modificar sus hábitos.
Pero, inaccesible al desaliento, como quien sabe que lo que importa en la vida no es eso que llaman éxito sino la satisfacción personal, está dirigiendo ahora su atención y su esfuerzo a concienciar del riesgo de la enfermedad coronaria silente al publico más receptivo que son precisamente los niños, y a edades muy precoces, desde los 3-4 años a los 6 años. Para ello está empleando técnicas pedagógicas en diferentes colegios de Madrid y de Barcelona a través de los protagonistas de Barrio Sésamo. Sus promotores, de hecho, han creado un «muppet» que es el propio doctor y se llama Valentín Ruster, una autoridad para los demás muppets que les va dando consejos saludables. La medicina preventiva tiene su principal baza de eficiencia en educar a las siguientes generaciones en conductas de vida sanas. De momento el programa está llegado a unos 20.000 niños y confía que en los próximos años se extienda hasta 100.000.
La enfermedad coronaria es la manifestación de un problema más amplio que es el deterioro del sistema vascular: no sólo son las arterias coronarias las que sufren la agresión de las placas de ateroma sino que el problema de la arteriosclerosis es sistémico y por tanto las oclusiones arteriales no sólo ocurren en el corazón sino también en otros órganos como el cerebro o en territorios periféricos. La diabetes, por ejemplo, tiende a desarrollar microangiopatía, esto es, deteriora el riego de los capilares finales y provoca falta de oxígeno en el cerebro, en los riñones, en los pies, en la retina, etc. Incluso existen deterioros cognitivos variables y que pueden llegar a ser tan extremos como la demencia de Alzheimer y que están provocados por múltiples infartos llamados lacunares en la sustancia blanca del cerebro que impiden o alteran la transmisión nerviosa entre neuronas dando lugar a cuadros confusionales o de demencia.
Sin duda, la mayor esperanza de vida hace cada vez más presentes las enfermedades inherentes al desgaste fisiológico. Y debemos estar preparados para analizar las repercusiones de esto, no sólo en el plano médico y asistencial.
La publicación de este contenido ha sido autorizado expresamente por Dr Luis Benito de Benito.
Fuente: http://elmedicotraslaverdad.blogspot.com/