Hace casi dos años asistí a un congreso de endoscopia digestiva. En la mesa, cinco expertos debatían sobre lo que dejamos de ver en los pacientes a los que hacemos una endoscopia. Cuatro de ellos reconocían haber tenido algún paciente al que no le habían visto ningún tumor tras hacerles la endoscopia… y lo tenían. El quinto experto, digamos Juan, decía que a él eso nunca le había pasado, que dejar de ver un tumor que está ahí le parecía haber hecho mal las cosas. Reconozco que yo, desde la audiencia, me adhería a este parecer.
Después en el refrigerio y a solas, se le acercó Pepe, uno de los expertos a Juan y le recordó el caso de un paciente que había visto hacía unos años. Apenas lo recordaba pero Pepe le dio algunos detalles para refrescarle la memoria y le dijo que tras darle él de alta, como seguía con síntomas, fue a verle a él para pedirle una segunda opinión. Le repitió la endoscopia que le había hecho semanas antes Juan y allí encontró un tumor… que Juan no había visto.
Se ve que estas cosas pasan, aunque no se tenga conocimiento de ellas. Todas las pruebas diagnósticas tienen sus falsos negativos (que el paciente tenga algo pero la prueba no lo detecte). Y esto es especialmente importante en aquellas pruebas que tienen un componente subjetivo, dependiente del observador. De esto hablaremos en otra entrada de blog porque está claro que la calidad de una exploración tiene mucho que ver con la pericia del que la realiza, no sólo con el grado de sofisticación de los medios que se emplean.
Si cuento esto es porque recientemente he tenido ocasión de ver un tumor en el intestino de una paciente a la que hacía unos días que yo había endoscopiado. Di la prueba como normal. Pero ante la persistencia de síntomas, su médico pidió que se repitiera la prueba por otro médico, en otra provincia. Le pregunté a la paciente y a sus familiares si no les importaba que yo acudiese, a lo cual se mostraron de acuerdo y muy satisfechos por denotar interés por su caso. También pedí permiso a mi colega para asistir a la endoscopia. Y entonces vi lo que yo no había sido capaz de ver.
Con el sentimiento de frustración –te sientes un manta- pero con el agridulce sabor de que por fin se había encontrado a la paciente la causa de sus males, recordé la anécdota con la que abría esta entrada. La comenté con un colega y me hizo ver que efectivamente, cuanto más haces, más probable es que te salga algo mal. Para evitarlo, no hagas nada. Si no quieres tirar el listón, no intentes el salto de pértiga. Y de ese modo alguno creerá que eres un gran saltador de pértiga. Con ironía le dije: “Después de esto, ya creo que me puedo sentar en la mesa de los expertos en endoscopia”. Y me respondió: “Ni lo sueñes: ningún experto se hubiese atrevido a ir a la repetición de la endoscopia por otro colega. Les has sobrepasado”. Un gran pañuelo.
La publicación de este contenido ha sido autorizado expresamente por Dr Luis Benito de Benito.
Fuente: http://elmedicotraslaverdad.blogspot.com/