Mucho se ha escrito sobre los modelos sanitarios privados en comparación con los públicos. Y mucho se seguirá escribiendo, pues es una cuestión candente con la transformación que, al albur de la necesidad impuesta por la crisis, está experimentando el sistema sanitario público como hasta ahora conocíamos.
En el comentario a una entrada anterior de este blog alguien apuntaba que el Estado no es una empresa. En cierto sentido no, porque no es un ente creado para obtener beneficios, y además el Estado tiene el monopolio de la violencia algo que una empresa no se puede arrogar salvo que hablemos de organizaciones mafiosas. El Estado no debe ser una empresa por más que los que forman parte del aparato político no sólo tengan su sueldo sino que algunos se lucren a costa de sus cargos. Pero el Estado es la «empresa» con más trabajadores: el sufrido funcionario que ahora está más que nunca en el candelero.
Me decía una persona que «la razón principal por la que los médicos se van a la privada es principalmente por dinero, no por calidad». Dejando aparte unos cuantos colegas a los que el ámbito público no les permitiría, en lo profesional, hacer ciertos pinitos (entendiendo por tal conductas diagnósticas o terapéuticas excesivamente vanguardistas y hasta controvertidas), lo cierto es que muy probablemente la mayor parte de los médicos que trabajan en la privada es, efectivamente porque tienen mayor retribución. Lo que gana un médico en la sanidad pública es un salario fijo (bueno, ahora no tanto porque no para de recortarse) que a fin de mes cobra seguro trabaje lo que trabaje. Puede incrementar algo su miserable sueldo base con retribuciones adicionales por guardias que no siempre salen rentables, pero muchas veces son imprescindibles para poder sobrevivir. Lo que gana un médico en la privada suele estar directamente vinculado a su productividad, existiendo una relación directa entre lo que trabaja y lo que gana. Sabe que para lograr el sueldo hay que trabajar. Y en buena lógica, cuanto más trabaje, más ganará. Esto supone una ventaja respecto a su colega de la pública que tiene un «techo» que no podrá superar, trabaje lo que trabaje. Y además, como apuntábamos, ese «techo» cada vez se aproxima más al suelo ¡a pesar de que le exigen que trabaje más!
La publicación de este contenido ha sido autorizado expresamente por Dr Luis Benito de Benito.
Fuente: http://elmedicotraslaverdad.blogspot.com/