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Una nueva forma de enfocar el tratamiento del cáncer.

La terapéutica del cáncer se encuentra en un punto de inflexión. Hasta ahora el abordaje de los tumores ya declarados consiste en extirparlos quirúrgicamente, cuando son operables, o en administrar radioterapia o quimioterapia, bien solas, bien de manera conjunta o como complemento a la cirugía. Puesto que según la epidemiología, una de cada tres personas padecerá un cáncer a lo largo de su vida, le ha tocado la lotería si le cae un tumor de los que se curan sólo con operar.

Pero si todo problema oncológico se resolviese únicamente con cirugía, los especialistas en oncología médica y oncología radioterápica estarían de brazos cruzados. Y lo que es más alarmante, la poderosa industria farmacéutica, que consigue gran parte de sus beneficios con la fabricación de fármacos quimioterápicos, sufriría grandes pérdidas. Por ello hay que potenciar desde el punto de vista de la investigación los estudios que «demuestren» los beneficios de la quimioterapia y la radioterapia sobre los tumores. Actualmente, ya no son fármacos quimioterápicos llamados citostáticos (que alteran o modifican el ciclo celular) los que más se prodigan sino modernos anticuerpos monoclonales que presuntamente intervienen en distintos puntos de la biología celular, bloqueando o inhibiendo la expresión de factores formadores de vasos sanguíneos u otros procesos que se estiman vitales para el desarrollo de los tumores. Por lo menos, así nos los presentan. Y el precio de estos modernos fármacos antitumores, los llamados anticuerpos monoclonales, no son en absoluto baratos.

El auge de fármacos de última generación, que se supone que atacan de manera más específica el problema, va acompañado de un nuevo concepto de modelo de investigación que pretende superar, en realidad dejando de lado, el tradicional ensayo clínico aleatorizado (ECA). El ECA ha sido hasta la fecha la herramienta que ha permitido comparar la eficacia de diferentes tratamientos al estudiar sus resultados en grupos de pacientes homogéneos con el mismo problema, tratando estos datos de manera estadística. De esta forma, buscábamos un grado de significación estadística que nos permitiese decir que el tratamiento A era mejor que el B. Para ello había que reunir un grupo más o menos numeroso de pacientes con igual situación clínica, aplicar los diferentes tratamientos y hacer un seguimiento sobre su evolución. Para reunir todos estos casos a menudo se necesitaba el concurso de varios centros hospitalarios (multicéntrico), siendo a veces imprescindible que hubiese colaboración internacional. Evidentemente, este tipo de ECA siempre ha sido muy costoso, siendo sufragado en gran medida por las casas de alguno de los fármacos a testar en el ECA. Y curiosamente, los resultados del ECA habitualmente señalaban que el fármaco nuevo era mejor que el anterior.

Con la aparición de los anticuerpos monoclonales se ha comenzado a abogar por la inutilidad de los ECA, ya que el enfoque de la terapia del cáncer debe ser «individualizada», es decir, personalizada o a la carta, atendiendo al perfil genético del paciente, al peculiar tumor que él y sólo él padece. Haciendo hincapié en la personal idiosincrasia genética de cada individuo y a que estos modernos fármacos actúan sobre dianas terapéuticas concretas de cada paciente, resulta inútil la pretensión de reunir «grupos de pacientes homogéneos» para someterlos a estudios comparativos. De este modo tan elegante, la industria farmacéutica se ahorra el coste del ECA al tiempo que comercializa fármacos mucho más caros con la etiqueta de «personalizados». Menos gasto y más ingreso, negocio en alza. Pero ¿es este modo de proceder más eficaz para los pacientes?

De los resultados de la moderna quimioterapia habría que hablar de manera más extensa y pormenorizada, pues son muy variables según el tipo de cáncer sobre el que se apliquen. El tiempo dirá, y no dentro de mucho.

Mientras tanto, se está revitalizando otra forma de enfocar el problema del cáncer. Al albur de un incremento de casos de cáncer y acaso un peor resultado terapéutico global (por más que se consigan progresos puntuales), la oncología ortodoxa achaca esto en parte a una mayor agresividad intrínseca de los tumores, que ahora se hacen presentes en edades más precoces, atípicas. Pero poca crítica -o autocrítica- hacen de la eficacia intrínseca de los tratamientos que aplican, pues al fin y a la postre viven de ellos. Existen oncólogos que desencantados del proceder tradicional están cambiando el enfoque terapéutico hacia corrientes menos ortodoxas. El Dr. Alberto Martí Boch, por ejemplo, explica el desarrollo del cáncer como fruto de un cambio de condiciones de vida de las células que las obliga a mutar. Así lo explicaba hace poco en una conferencia de apenas 50 minutos que se puede ver en http://www.youtube.com/embed/R33xhKQWwtE en la que se aboga por modificar las condiciones insalubres de la célula con medidas higiénico-dietéticas para tratar el cáncer. El giro del paciente con un problema oncológico hacia la medicina natural a menudo ha estado presente cuando la medicina «ortodoxa» le desahuciaba. Era considerado un recurso más, a la desesperada. Y ciertamente algunos pacientes caían en manos de curanderos que, más por observación de la experiencia que por conocimiento, algo hacían por mejorar en ocasiones su calidad de vida, incluso curaciones tipificada como «milagrosas», aunque otras veces aquella medida no fuese más que un sacacuartos.

Pero sea por la caída de eficacia de los tratamientos convencionales, por las dudas que suscitan, por su agresividad, por su coste, o por la crisis que busca abaratar la medicina pública, la cuestión es que la propia Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) reconoce que al menos un 30% de los pacientes oncológicos recurren a alguna de las llamadas medicinas naturales. Alerta con que esta práctica puede no ser inocua e intenta reconducir lo que de provecho puede haber en ellas, creando dentro de la página web de la SEOM, www.oncosaludable.es, un apartado que se ha denominado Terapias integrativas y que pretende explicar la utilidad (o el riesgo) de algunos remedios naturales.

Mientras la decisión de cómo se debe tratar el cáncer dependa de tantos millones de dólares, oficialmente se hará todo lo posible por que se siga tratando de la manera más ortodoxa posible, persiguiendo incluso legalmente si hace falta, cualquier conato de heterodoxia. La ortodoxia es cara.

La publicación de este contenido ha sido autorizado expresamente por Dr Luis Benito de Benito.
Fuente: http://elmedicotraslaverdad.blogspot.com/

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